Pasadas las 23.00 horas, la rasca ya no disimulaba en el Metropolitano (si es que lo había hecho en algún momento). Así que Joao Félix se dedicó a dar saltitos en la banda mientras cumplía con las televisiones. Es lo que tiene cuando firmas tu primer doblete en Champions y, encima, sirve para remontar un partido y lograr una victoria sin la que el Atlético se habría metido en un buen follón. Así que Joao, entre botes y frotamiento de brazos, logró salir airoso. «La Champions es donde más me gusta jugar, en el campo se ve esa felicidad y así quiero seguir», admitía alegre el joven portugués, que en unos días cumplirá 21 años.
Un doble alegrón con tono de revancha para Joao, que hace tres años, en la final de la Champions juvenil, vio cómo los chavales del Salzburgo, entre los que estaba el goleador Daka, le arrebataron el sueño de levantar la copa con el Benfica. Aquello ya es pasado y ahora buena parte del presente y el futuro del Atlético pasan por él. Su preciosa chilena en la primera parte, escenifica un poco lo que es: una suerte de fuegos artificiales que poco a poco van convirtiéndose en dinamita. Eso es lo que busca de él Simeone, que, sea o no por las ausencias, ya no se apresura a reclamarle cuando tiene que hacer un cambio.
A pesar de la bronca que se llevó en Múnich, tras encoger la pierna en la pelea por un balón con Kimmich, que desembocaría en uno de los goles del Bayern, aguantó los 90 minutos. Igual que anoche, como si estuviera predestinado para abatir el conjunto austriaco. «Creo que ha sido el mejor partido de Joao. Ha jugado muchos partidos a gran nivel, pero hoy ha tenido regularidad en su juego durante los 90 minutos», admitía el Cholo, que estalló con ese tanto redentor.