Mientras los abogados de varios equipos de la Liga Smartbank pelean por una resolución del ‘caso Fuenlabrada‘ favorable a los intereses de quien les paga, en La Coruña y en Soria hay un pensamiento que se repite cada vez con más insistencia: una Segunda División de 24 equipos con los gallegos y el Numancia, descendidos matemáticamente a la categoría de bronce. Los coruñeses tendrían que jugar todavía el encuentro suspendido ante el Fuenlabrada, pero ni una victoria les permitiría aguantar, deportivamente, un año más en Segunda.
Por eso, en La Coruña se agarran a una lucha burocrática que termine con la ampliación de la liga a 24 conjuntos, en un paralelismo, algo rebuscado, con otras situaciones vividas ya en la liga, como la salvación de un Cadiz que era colista en la 86-87 y que se salvó porque a final de año se decidió ampliar la liga a 20 equipos. Los gaditanos ganaron el playoff y sólo descendió un club, el Racing. Y más cerca, el Depor tiene el ejemplo de sus vecinos del sur de Galicia, el Celta, en 1995.
Ese verano, la Liga descendió administrativamente a Celta y Sevilla y reincorporó en Primera a Albacete y Valladolid, descendidos en el campo. Los vigueses habían terminado en mitad de la tabla y los andaluces en puestos europeos, pero no presentaron a tiempo sendos avales de 45 y 85 millones de pesetas, 270.000 y 510.000 euros, siendo apartados del fútbol profesional y enviados directamente y sin posibilidad de alegación a la tercera categoría del fútbol español.
Aquello generó manifestaciones multitudinarias en ambas ciudades, con 35.000 personas enfrente de la Delegación del Gobierno en Sevilla, donde nació el «Sevilla hasta la muerte», con decenas de miles en las calles gallegas y 5.000 vigueses realizando un viaje histórico hasta Madrid, y terminó en una asamblea extraordinaria en la que se decidió, entre insultos y broncas -todavía se recuerda el «¡capullos!» de Caneda, presidente del Compostela, a los miembros del CSD– readmitir a ambos equipos y disputar durante dos años una liga de 22 clubes.