No vale decir que Alemania jugó andando, que jugó. No vale decir que la competición no ilusiona a quien ya es favorita, que no lo hace. No vale decir que cuando se vio tan abajo en el marcador, el equipo de Löw no hizo ni el amago de intentarlo. No vale decir nada de eso, pues sería quitarle mérito a un repaso histórico de la selección española, que se llevó por delante a una de las grandes, de las realmente grandes, en una noche maravillosa. El vendaval fue incontestable. [Narración y estadísticas (6-0)]
Un equipo en crecimiento, en formación, España, aplastó a otro equipo, este consagrado, y eso, más allá de obtener el billete para una Final Four más bonita que importante, supone el empujón que probablemente necesitaba el proyecto de Luis Enrique. Convendría no cegarse con el fogonazo, pues queda mucho camino y habrá algún tropiezo más, incluso varios, pero humillar de este modo a un colectivo como el germano lleva irremediablemente a que, dentro de unos años, ojalá, el partido será subrayado en rojo como el inicio de algo.
Hacía muchos años que no se veía una exhibición de España de esta magnitud. Y menos ante un oponente de ese tamaño. Buen fútbol, velocidad, vértigo, contundencia… La noche perfecta.