El miércoles por la tarde, Fernando Vázquez se bajó a la playa a pasear con su perro. Necesitaba ordenar las ideas tras unos días frenéticos, entre la decepción y el enfado. «Tendría que ser un mago de la motivación para poner a tono a mis jugadores», decía atormentado, triste por los sucesos que han sacudido el final de Segunda División y sin tener muy claro, él como entrenador, qué pasos siguen a continuación. En teoría debe preparar un partido sin fecha ante un rival que ahora mismo vive confinado en un hotel de La Coruña por culpa del coronavirus.
Nadie sabe cuándo el Fuenlabrada tendrá salud para poder competir. De hecho, su situación se complica, con seis nuevos casos positivos conocidos este jueves tras la serie de test que la Xunta está realizando a la expedición. En total son ya 16 los contagiados en el club.
Ese partido parece un imposible ahora mismo. De hecho, para el profesor Vázquez lo más duro es que su equipo, el Deportivo, saldría al campo sin más misión que llorar su pena por el descenso a la Segunda B, pozo feísimo para un escudo campeón de Liga y que no hace tanto se codeaba con los grandes de la Champions.